la mano
derecha
mayor que la
cabeza, tendida hacia el que mira
retirándose con suavidad, como queriendo proteger
aquello que revela.
se acompasan
en un vértigo donde descansa el rostro,
que va y
viene flotando, como la mano
pero que
está en reposo. Es lo que queda
recluido.
Principalmente
su reflejo del que el retrato
es el
reflejo cuando se ha apartado.
La hora del
día o la densidad de la luz
que se
adhiere a su rostro lo mantienen
alerta, intacto, en un gesto recurrente
de llegada. El alma se instala.
la distancia aumenta
significativamente; o sea lo bastante para mostrar
que el alma está cautiva, tratada con humanidad,
suspendida, incapaz de avanzar mucho más lejos
que tu mirada al tiempo que intercepta
el alma ha
de quedarse donde está,
aunque esté
inquieta, oyendo las gotas de lluvia en el cristal
el suspiro
de las hojas otoñales azotadas por el viento,
soñando con
salir y ser libre, pero debe quedarse
posando en
ese sitio. Esto es lo que dice el retrato.
tan poderosa
en su
contención que no es posible mirarla mucho tiempo.
Georg Musche |
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La mano de Parmigianino, deformada
por el espejo convexo cuya superficie toca, es la hipérbole de un topos. Aquí se advierte, como más tarde
se verá en Murillo, una manera de glosar el tema de la docta manus o de la manus ingeniosa y por tanto una manera de destacar en el retrato, mediante una hipérbole,
el instrumento del «hacer». El autorretrato / espejo de Parmigianino es un
ejercicio lúdico sobre la relación entre el autorretrato y la imagen especular.
Al parar el juego en el umbral mismo de la transformación de la «imagen
especular» en «cuadro» se desmarca en cierto modo de la tradición y se
constituye en un unicum dentro de la
historia del arte. Parmigianino no representa la fabricación de su autorretrato
sino que la sugiere simbólicamente.
La invención del
cuadro
Victor I.
Stoichita
convergen John Ashbery y Parmigianino en la mirada superficie preguntan por la lente de Sally Mann What Remains
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