perder de vista



acercamiento y alejamiento desde
una exposición de Masao Yamamoto










I/III





1)  Hay una mujer.   Eso debería bastar, sin embargo parece que no. Mejor reformularlo: ¿hay una mujer representada o hay una mujer en la sala?     No, “representar” no es el término adecuado, de manera que representada no. Así pues ¿qué prueba podría mostrarse, con el tiempo, para confirmar que ella estaba allí o para recordarlo ella misma — en ese lugar exacto de la sala, con ese gesto (para que ese gesto pueda llegar a ser realidad, separado del continuo? ¿Qué acuerdo en torno a la equivalencia con la realidad?





2)  Hay una flor.   Eso debería bastar.   Mejor: recoge la imagen de una flor.     Acepto que es bella: «La belleza es la realidad»:  Lo desmantelamos como Jacques Darras, comprobando la reversibilidad: el reverso de la enmarcación, aunque podría considerarse bello, no es la belleza que le suponíamos a la flor.   (Quizá volver a colgarlo ligeramente inclinado habría sido más justo.





3)  Unos niños. ¿Son niños?

Una mancha negra. (





4)  Voy a tratar de hacerlo sin perder de vista la idea original, aunque la única condición quedamos que era esa: perder de vista algo, al menos a Dios, al menos por el instante en que el obturador realiza la que es su función, de manera que la significación fracase o muestre su fracaso) pero las cifras no, las cifras no.











II/III








§                La realidad es, a lo largo de sus instantes, solamente roturas repetidas



§                Cada ritmo es rotura destinada a la legibilidad




§                La imagen es siempre roturas de la realidad imitada inimitable




§                Romperás la imagen no en cólera sino con amor pues es en las roturas donde se abre la realidad absoluta



§                Ninguna necesidad de romper la realidad: está ya rota. Fotografiar no sería sino comprobar sus roturas. Tornarlas para uno mismo explícitas, interpretándolas.


paráfrasis de un texto de E.J.








André du Bouchet. L'inhabité.




III/III 




La fotografía reproduce al infinito lo que para nadie nunca ha ocurrido: el instante
inclasificable
ordenado según un orden absolutamente ajeno a nuestra visión pero ideal verosímil constante mensurable solo uno, enmarcado en olvidos.

En la fotografía juega un engaño de los límites: eso nos calma.

Proclama una absoluta realidad y una imagen absoluta:
Todo imagen. Descubrir las fallas, desarticular su discurso absoluto es el trabajo del artista.

Relojes precisos para ser contemplados

Y si al final resulta que no me gusta, que no me gusta tanto, o que no tengo capacidad para dejarme  alcanzar? Al final acaba por decepcionarme, por decepcionarme de mí mismo. ¿qué he de hacer con esto? ¿qué se ha de hacer con esto? Acaba por desagradarme, por serme ingrata, o hacerme ingrato.

Adquirir recuerdos no míos fantasmagóricos y tenues. Es que soy yo tan incapaz para el recuerdo?

En qué momento me alcanza y cómo? Cuál es el tiempo de recepción, su modo de actuar en el espectador?

Puedo pedir que se disponga cada uno de ustedes en una dirección determinada de modo que su mirada, su marco, eso que no llega a constituir un marco, ni se le parece, más bien es lo contrario a un marco, lo que hace que sea necesario un marco, y lo que necesita de la idea de marco para llegar a ser lo que entendemos que es: una mirada junto con su imagen, pero que todo la desmiente.

Habla de la pérdida inmediata, la separación ineludible.


Y su marco para mitigar, para restarle sombra, para esterilizar, para suplantar el desgarro






























último en hablar









Último en hablar
Daniel Franco
Para la exposición colectiva ENTROPIA.
15 de julio – 19 de agosto, 2016. CMAE, Aviles. 
Comisario: Jaime Rodríguez.
Participan: Antonio Navarro, Avelino Sala,
Axial (César Naves & Jaime Rguez),
Begoña Muñoz, Blanca Prendes,
Daniel Franco, Emma Bi, Gema Ramos,
Paco Nadie, Roman Corbato,
Uh513 (Maria Castellanos & Alberto Valverde).
Textos: J Carlos Aparicio Vega.











El modo en que las vanguardias firmaban sus manifiestos.
En el reverso de notificaciones que llegaban de cuentas bancarias.
Aún había notificaciones, había vanguardias.


No harás un gesto que no sepas hacer,
que no tengas la capacidad o la autoridad para hacerlo.

Según: Yves Klein sería entonces un fanfarrón, sin embargo, Michael Asher se habría cuidado de pasar algo inadvertido.


Como Paul Celan, que nos daba a percibir el estrechamiento, el retraimiento del sitio en que nos encontramos, por y en el mismo hecho de estar leyendo —la mirada, el cuerpo— hasta hacerse un hilo —del diantre, añadirá César Vallejo.
P e r o  n o  q u i e r a s  
s e p a r a r  e l  N o  d e l  S í,
nos piden, se lo piden a Schrödinger y otros físicos,
por caridad.


Convocaría igualmente al resto de artistas participantes, renunciasen a exponer en ENTROPÍA en el CMAE de Avilés, mas estando ya las obras instaladas.
El público había firmado su renuncia hace tiempo, las instituciones también:
quedaban ellos nada más.


¿En qué se diferencia un gesto, de una obra;
un gesto, meramente, de una acción;
la decisión inicial —aceptación/renuncia—, frente al aparato conceptual;
el pensamiento, frente a la impronta; en qué se diferencian?
Si la entropía se parece demasiado a la indiferencia


Cesión de espacios.
Gracias.
La visibilidad no da de comer.
Luego cesan los espacios.














I/IIII




Qué debe entonces uno esperar frente a un hecho artístico, de qué manera debe esperar, o si es suficiente esperar y qué es la espera, a qué expectativas remite. Hasta cuándo debe uno esperar o llevar esta espera como espera. Y si, frente al acto de esperar, había yo dado los pasos decisivos. De manera que la espera no es pasiva: es una espera en la que uno da pasos decisivos.



La obra conlleva un pensamiento inmóvil cristalizado al lado del cual nuestros pensamientos resultan ligeros y caprichosos. lograr el equilibrio, la transmutación del pensamiento al que llama inmóvil, grave y solitario/ intercambiaríamos con los nuestros que se expresan con tanta ligereza / pensamiento último, que abarca toda la muerte en un solo elemento tenido como pensamiento.



Cómo podría alguien que se acerca en calidad de público, mantenerse en el plano de la renuncia, si por el mero hecho de haber entrado en tal espacio se encuentra ya excluido, sin acceso; mientras que  alguien que no lo haya hecho, que activa o pasivamente haya renunciado a entrar, estaría en conformidad más directa con el gesto o en una disposición semejante.



La amenaza consiste en que uno se siente no solo vigilado sino que quien vigila es uno a sí mismo.



Cómo gestionar el grado de atención que la obra requiere. Cuál es el grado de atención que requiere una obra y cómo la falta de atención puede ser salvaje o recuperar a través de ella un estado salvaje. O su estado salvaje cuál seria. 



Generar espacios en los que uno se sintiera más expuesto / más protegido
Y si esta mayor exposición conllevase la oportunidad de experimentar una realidad sobredimensionada o la sobredimensionadidad de lo real sobre la creación de realidades











II/IIII





¿Hay otra disposición otro lugar, desde donde pueda llegar la información, distinto de la atención y el aprehender o apresar / que sea incluso otra cosa que información o datos / al ser recibida de otro modo / transición  transitivo / de placer de roce de inesperado de paso de pérdida / de dejar dejarse: es eso aun información / una posible información como abandono / derrelicta / deriva?














III/IIII




»El significado que se quiere transmitir no cuenta tanto como el número de alternativas necesario para definir el hecho sin ambigüedad





»La cantidad de información crece cuando todas las alternativas son igual de probables o cuanto mayor sea el número de alternativas



»Una fuente es aleatoria cuando no es posible predecir cuál es el próximo mensaje a emitir por la misma. Una fuente es estructurada cuando posee un cierto nivel de redundancia; una fuente no estructurada o de información pura es aquella en que todos los mensajes son absolutamente aleatorios sin relación alguna ni sentido aparente



»Este tipo de fuente emite mensajes que no se pueden comprimir; un mensaje, para poder ser comprimido, debe poseer un cierto grado de redundancia; la información pura no puede ser comprimida sin que haya una pérdida de conocimiento sobre el mensaje


»Extrema tensión  del lenguaje


»Rigor no verbal que no estaría destinado a aportar sentido 


»Más allá de lo que puede convertirse en canto


»A qué tiende este lenguaje?


»Hablar- mantenerse tras la reja a través de la cual se promete/ rechaza la libertad del afuera.


 »Creerse provisto de esta reja, esperar que habría algo que descifrar






IIII/IIII



»Me gustaría mucho que te confundieras con ella o por lo menos que la anunciaras, tú que acechas, más allá de lo que acaece, lo que no acaece. ¿Eres lo negro que poco a poco perece y permite por un instante la ilusión de ver claro? ¿Eres solamente la paciencia que me prepara para ello y me prepara también para renunciar a ello?  ¿Se atenúa ese punto negro que llamamos cielo, que sin cesar retrocede? ¿Es eso todo lo que me quedaría del negro vivo donde me he extinguido? Eso es poco. ¿Y tú, combates para mantenerlo o para disiparlo? ¿Para anunciar la evidencia que le sucede o para denunciarla?







»El rechazo  —se dice— es el primer grado de la pasividad — pero aunque sea deliberado y voluntario, aunque exprese una decisión, incluso negativa, no permite todavía zanjar acerca del poder de conciencia, quedando como mucho un yo que rechaza. Es cierto que el rechazo tiende a lo absoluto, a una suerte de incondicional: es el nudo del rechazo que torna sensible el inexorable «yo preferiría no (hacerlo)» de Bartleby el escribiente, una abstención que no ha tenido que ser decidida, que precede a cualquier decisión y que es más que una denegación, antes bien una abdicación, la renuncia (nunca pronunciada, nunca aclarada) a decir algo —la autoridad de un decir— o así mismo la abnegación recibida como el abandono del yo, el desistimiento de la identidad, el rechazo de sí que no se crispa en el rechazo sino que abre al desfallecimiento, a la pérdida de ser, al pensamiento. «No lo haré» habría significado todavía una determinación enérgica, reclamando una contradicción enérgica. «Yo preferiría no…» pertenece a lo infinito de la paciencia, no dando pie a la intervención dialéctica: hemos caído fuera del ser, en el terreno del afuera en donde, inmóviles, caminando con paso igual y lento, van y vienen los hombres destruidos.




»Busco a aquel que diría no. Pues decir no es decir con el resplandor que el «no» está destinado a preservar.




Maurice Blanchot
El último hombre
La escritura del desastre