I/IIIIIII
«ése es el horizonte: el aprendizaje del exilio,
ese rozar del error que toma la forma concreta de la existencia vagabunda
ese rozar del error que toma la forma concreta de la existencia vagabunda
hacia donde se desliza, extranjero,
exiliado de sus condiciones de vida,
arrojado en la inseguridad de un espacio donde no podría vivir ni morir “él mismo”.»
exiliado de sus condiciones de vida,
arrojado en la inseguridad de un espacio donde no podría vivir ni morir “él mismo”.»
El espacio literario. Maurice Blanchot.
II/IIIIII
De
este modo Descartes
convierte el error en el
rasgo o en la dirección
que expresa por derecho lo
negativo del pensamiento.
No es el primero que lo
hace, y cabe considerar
el «error» como uno de los
rasgos principales de la imagen clásica del pensamiento.
No se nos pasa por alto en
una imagen de estas características que hay muchas más
cosas que ponen en peligro
pensar:
la estulticia, la amnesia,
la afasia, el desvarío, la locura…;
pero todas estas
determinaciones serán consideradas
hechos que sólo tienen un
efecto de derecho inmanente en el pensamiento,
el error, el error una vez
más.
El error es el movimiento
infinito que recoge todo lo negativo
—
lo
que cambia son los movimientos infinitos
en
los que el pensamiento se pierde y se conquista a la vez.
que el pensamiento está amenazado no tanto por el error sino por
ilusiones inevitables que provienen del interior de la razón,
como de una zona ártica interna en la que enloquece la aguja de
cualquier brújula,
una reorientación de todo el pensamiento se volverá
necesaria al mismo tiempo que cierto desvarío por derecho lo penetra.
—
En la imagen clásica,
el error no expresa por
derecho
lo peor que le puede
suceder al pensamiento
sin que el pensamiento se
presente él mismo
como «deseando» lo
verdadero,
orientado hacia lo
verdadero, vuelto
hacia lo verdadero: lo que
se supone
es que todo el mundo sabe
lo que quiere decir
pensar, por lo tanto está
capacitado por derecho para pensar
un nuevo movimiento
infinito que implica otra imagen
del pensamiento: ya no se
trata de volverse hacia, sino de seguir el rastro,
de deducir antes que de
aprehender y de ser aprehendido
rasgos ambiguos, que eventualmente pueden ir
multiplicándose, y que ya no se contentan con plegarse siguiendo una oposición
vectorial de movimientos.
—
1. el
pensamiento es creación, y no voluntad de verdad,
como muy bien Nietzsche
supo hacer comprender.
2. Pero si no hay voluntad
de verdad, a la inversa
de lo que aparecía en la
imagen clásica, es porque el pensamiento constituye
una mera «posibilidad» de
pensar, sin definir aún un pensador
que fuese «capaz» de ello
y pudiese decir Yo:
¿qué
violencia tiene que ejercerse sobre el pensamiento
para
que nos volvamos capaces de pensar, violencia
de
un movimiento infinito que al mismo tiempo
nos
priva del poder de decir Yo?
3. si de este modo existiese
un «Impoder» del pensamiento, que permanece en su corazón mismo cuando el
pensamiento ha adquirido la capacidad determinable como creación,
aflora en efecto un conjunto de signos ambiguos que se convierten en
rasgos diagramáticos y movimientos infinitos que adquieren un valor de derecho,
mientras que eran unos meros hechos irrisorios desechados de la selección en
las demás imágenes del pensamiento:
el
pensamiento como tal
empieza
a
tener rictus, chirridos, tartamudeos, glosolalias, gritos, que le impulsan
a
crear, o a intentarlo. Y
si el pensamiento busca, lo hace menos
como un hombre que cuenta
con un método que como un perro
del que se diría que da
brincos desordenados…
¿Qué es la
filosofía? Gilles Deleuze / Felix Guattari
III/IIIII
«Es como si hubiera tocado, a pesar suyo,
y por un error patético de donde proceden sus gritos, el punto
en que pensar es ya desde siempre no poder seguir pensando:
impoder, según su expresión, que es como esencial al pensamiento...» (p. 48).
El error patético es la parte del ejemplo que corresponde
a Artaud;
no será retenido a la hora de descifrar la verdad esencial.
El error es la historia de Artaud,
su huella borrada en el camino de la verdad.
La palabra soplada. Jaques Derrida
IIII/IIII
La posibilidad
de ese mal (el malentendido, la mala comprensión, el error) sería, a su manera, una oportunidad. Da (el) tiempo. Hace falta,
pues, el «hace falta» de la falta, y que la adecuación siga siendo imposible. Pero no
hay nada negativo, ontológicamente, en ese «hacer falta de la falta».
Hace falta, si preferimos,
que la inadecuación siga siendo siempre posible para
que la interpretación en general, y la respuesta, sea posible a
su vez. He ahí un ejemplo de esa ley que vincula lo posible con lo imposible.
Porque una interpretación sin defecto, una comprensión de sí totalmente adecuada,
no marcaría sólo el final de una historia agotada por su transparencia misma.
Al prohibir el porvenir, éstas tornarían todo imposible, tanto
el acontecimiento como la venida del otro, la venida al otro —y, por
consiguiente, la respuesta, el «sí» mismo de la respuesta, el «sí» como
respuesta—. Esta no puede ser ajustada sino de forma excepcional; y, aun
así, no se tiene ningún criterio previo ni objetivo para estar seguros de eso,
para asegurarse de que la excepción tiene efectivamente lugar como excepción.
Como si fuese posible, «whitin such
limits»... Jacques Derrida
IIIII/III
La mentira
no es un error. Platón y Agustín ya insistían a coro en esto. Si el concepto de
mentira tiene alguna resistente especificidad, debemos distinguirlo
rigurosamente del error, de la ignorancia, del prejuicio, de la incorrección en
el razonamiento, y aun de la falta en el orden
del saber, o incluso -y aquí las cosas ya nos resultarán más complicadas- de una falta en el orden de la acción o del hacer, de la práctica y de la
técnica.
Los ejemplos
de errores que siempre será difícil determinar. Dudaremos siempre entre varias
posibilidades. ¿De qué se trata en realidad? ¿De incompetencia? ¿De falta de
lucidez o de agudeza analítica? ¿De ignorancia de buena fe? ¿De error
accidental? ¿De una mala fe crepuscular, entre la mentira y la inconsciencia?
¿De compulsión y lógica del inconsciente? ¿De falso testimonio caracterizado,
perjurio, mentira? Sin duda, estas categorías son irreductibles entre sí, pero,
¿qué pensar de las situaciones tan frecuentes
donde de hecho, en verdad, se contaminan recíprocamente y no permiten
una delimitación rigurosa? ¿Y si este contagio marcara a menudo el espacio
mismo de tantos discursos públicos, sobre todo en los medios?
Historia de la mentira: Prolegómenos. Jacques Derrida
IIIIII/II
hace falta estar loco, a los ojos de los «metafísicos de todos los
tiempos», para preguntarse cómo podría (könnte) una cosa surgir de
su contrario, y si por ejemplo la verdad podría nacer del error, la voluntad de
verdad de la voluntad de engañar, el acto desinteresado del egoísmo, etc. ¿Cómo
plantearse incluso una cuestión de este tipo sin volverse loco? Una génesis (Entstehung) como ésa de lo contrario vendría a
contradecir su origen mismo. Sería una antigénesis. Haría la guerra a su propia
filiación, piensa «el metafísico de todos los tiempos», sería como un
nacimiento monstruoso, una procedencia «imposible»
Políticas de la amistad. Jacques Derrida
IIIIIII/I
-¿inasequible? En todo
caso, inalcanzado. Y en cuanto inalcanzado,
también desconocido.
Por consiguiente, tampoco puede ser consolador,
ni redentor o liberador,
ni obligante:
¿a qué podría obligarnos
algo desconocido? …
Hemos eliminado el mundo
verdadero: ¿qué mundo ha quedado?, ¿Acaso el aparente?… ¡No!, ¡al
eliminar el mundo verdadero hemos eliminado también el mundo aparente!
(Mediodía; instante de la
sombra más
corta; fin
del larguísimo error;
punto culminante
de la humanidad; INCIPIT
ZARATUSTRA).
Crepúsculo de los ídolos. Friedrich Nietzsche
IIIIIIII/
Esta sombra
pareja que me sigue
apenas raya el sol, ¿es culpa mía?
¿Cuál luminosa ley quebré yo al mundo
que así me lo reprocha, y me castiga
a este negro trasunto de mi cuerpo?
apenas raya el sol, ¿es culpa mía?
¿Cuál luminosa ley quebré yo al mundo
que así me lo reprocha, y me castiga
a este negro trasunto de mi cuerpo?
Ella no olvida lo que yo he olvidado,
implacable, recuerda mi malhecho,
que yace en mí, de mí desconocido,
Calar, calar las ondas sucesivas,
error y más error, y así cruzando
concéntricas tinieblas, entreluces,
dar por fin con aquel que fui primero,
con el que soy, debajo de mis hechos.
¿Mis hechos? Vaga historia, formas turbias,
sucesión de ademanes carceleros,
Imágenes:
Joan Fontcuberta
- Sèrie trauma o d’imatges malaltes (2018)
- Die Traumdeutung (2016)