Naum Gabo. opus2 |
I/IIIIII
Lo
sonoro arrebata la forma. No la disuelve; más bien la ensancha, le da una
amplitud, un espesor y una vibración,
una ondulación
La
verdad «misma», como la transitividad y
la transición incesante de un llegar y un partir ¿no debe escucharse más
que verse?
El
eco de la figura desnuda en la profundidad abierta.
Escuchar
es estar tendido hacia un sentido posible y, en consecuencia, no inmediatamente
accesible.
El
sentido tiende a convertirse en sonido.
La
escucha se dirige —o es suscitada por— aquello donde el sentido y el sonido se
mezclan y resuenan uno en otro o uno por otro.
Si
se busca sentido en el sonido, como contrapartida también se busca sonido,
resonancia, en el sentido.
Estar
a la escucha es siempre estar a orillas del sentido o en un sentido de borde y
extremidad, y como si el sonido no fuese otra cosa que ese borde, esa franja o
ese margen
Sentido
en el que se presume que lo sensato se encuentra en la resonancia y
nada más que en ella.
Sentir
es siempre un re-sentir, es decir, un sentirse sentir: o bien, si se prefiere,
el sentir es sujeto, o no siente.
el
sentido y el sonido comparten el espacio de una remisión, en el que al mismo
tiempo remiten uno a otro, y que, de manera my general, ese
espacio puede definirse como el de un sí
mismo o un sujeto. Un sí mismo no es sino una forma o una
función de remisión: está hecho de una relación consigo o de una presencia a
sí.
El
punto o la ocurrencia de un sujeto
nunca debiera tener lugar más que en la
remisión, por tanto en el espaciamiento
y la resonancia, y a lo sumo como el punto sin dimensión del re- de esta última: la repetición en que
el sonido se amplifica y se propaga tanto como la reversión en que se hace eco
al hacerse oír.
Un
sujeto se siente: esa es su propiedad
y su definición. Es decir que se oye, se ve, se toca, se gusta, etc., y se
piensa o se representa, se acerca y se aleja de sí y, de tal modo, siempre se
siente sentir un «sí mismo» que se
escapa o se parapeta, así como resuena
en otra parte al igual que en sí, en un
mundo y en otro.
Esa
presencia no es, en consecuencia, la posición de un estar presente: justamente
no lo es. Es presencia en el sentido de un «en presencia
de» que no es, él mismo, ni un «con vistas a» ni un «cara a cara». Es un «en
presencia de» que no se deja objetivar ni proyectar al primer plano.
Por eso es, ante todo, presencia en el sentido de un presente que no es un ser (cuando menos en el sentido estable y
consistente que tiene esta palabra), sino, más bien,
un venir y un pasar, un extenderse y un
penetrar.
Naum Gabo. opus 4. |
III/IIIIII
el
tiempo sonoro es un presente como ola en una marea, y no como punto sobre una
línea; es un tiempo que se abre, se
ahonda y se ensancha o se ramifica, que envuelve y separa, que pone o se pone
en bucle, que se estira o se contrae, etcétera
El
presente sonoro tiene que ver desde el inicio con un espacio tiempo: se difunde
en el espacio o, mejor, abre un espacio que es el suyo, el
espaciamiento mismo de su resonancia, su dilatación y su reverberación.
Ese espacio es, en sí mismo, omnidimensional y transversal a todos los espacios
desde el principio: siempre se ha señalado la expansión del sonido a través de
los obstáculos, su propiedad de penetración y ubicuidad.
el
sonido no tiene una cara oculta, es todo delante detrás y afuera adentro, un
sentido patas arriba con respecto a
la lógica más general de la presencia como aparecer,
Escuchar
es ingresar a la espacialidad que, al mismo tiempo, me penetra: pues ella
se abre en mí tanto como en torno a mí, y desde mí tanto como hacia mí: me abre
en mí tanto como afuera, y en virtud de esa doble, cuádruple
o séxtuple apertura, un «sí mismo» puede
tener lugar.
Estar
a la escucha es estar al mismo tiempo
afuera y adentro, estar abierto desde
afuera y desde adentro, y por
consiguiente de uno a otro y de uno en otro. La escucha
constituiría así la singularidad sensible que expresa en el modo más ostensivo la condición sensible o
sensitiva como tal: la partición de un adentro/afuera, división y participación,
desconexión y contagio.
Además,
el sonido que penetra por el oído propaga a través de todo el cuerpo algo de
sus efectos. Por otro lado si se hace notar también que «quien emite un sonido
oye el sonido que emite», se destaca que la emisión sonora animal es
forzosamente, así mismo, su propia recepción.
«Un
sonido nos pone en situación de cuasi
presencia de todo el sistema de sonidos,y eso es lo que lo distinguiría
primitivamente del ruido. El ruido da idea acerca de las causas que
lo producen, disposiciones para la acción, reflejos, pero ¿y un estado de
inminencia de una familia de sensaciones intrínsecas?» Paul Valéry
De
tal modo, toda la presencia sonora está hecha de un
complejo de remisiones cuyo anudamiento es la resonancia o la «sonancia» del sonido,
expresión que debe entenderse tanto del lado del sonido mismo, o de su emisión,
como del lado de su recepción o su escucha: «suena», justamente, de una a otra.
Mientras la presencia visible o la táctil se mantienen en un «al mismo tiempo» inmóvil, la presencia sonora es un «al mismo tiempo» esencialmente móvil, vibrante, por el ida y vuelta entre la fuente y el oído, a través del espacio abierto, presencia de presencia, más que pura presencia. Podríamos proponer decir: hay lo simultaneo de lo visible y lo contemporáneo de lo audible
Mientras la presencia visible o la táctil se mantienen en un «al mismo tiempo» inmóvil, la presencia sonora es un «al mismo tiempo» esencialmente móvil, vibrante, por el ida y vuelta entre la fuente y el oído, a través del espacio abierto, presencia de presencia, más que pura presencia. Podríamos proponer decir: hay lo simultaneo de lo visible y lo contemporáneo de lo audible
Esa
presencia siempre está entonces en la remisión y el encuentro. Se remite a sí,
se encuentra o, mejor, se hace contra
sí, en su contra o en contigüidad consigo misma. Es
copresencia e incluso «presencia en presencia», por decirlo de algún modo. pero
si bien no consiste en un ser presente ahí, un ser estable y asentado, no está
,empero, en otra parte ni ausente: se encontraría,
antes bien, en ese rebote del «ahí» o en su puesta en movimiento, que hace de
él, del lugar sonoro (se siente la tentación de decir «sonorizado», conectado
con el sonido), un lugar a sí, un lugar como
relación consigo, como el tener lugar de un sí mismo, un lugar vibrante.
IIII/IIIIII
Aquí
habría que detenerse largamente en el ritmo: este no
es otra cosa que el tiempo del tiempo, el estremecimiento del propio tiempo en
el cuño de un presente que lo presenta desuniéndolo de sí mismo,
liberándolo de su simple estancia
para hacerla escansión (ascenso,
levantamiento del pie que escande) y cadencia
(caída, tránsito a la pulsación). Así el ritmo desune la sucesión de la linealidad de la secuencia o la duración: pliega el tiempo
para darlo al tiempo mismo, y de ese modo pliega y despliega un «sí mismo»
Si
la temporalidad es la dimensión del sujeto, es porque define a este como aquello que se separa, no sólo del otro o del puro «ahí», sino también de sí:
en cuanto se separa y se retiene, en cuanto (se) desea y (se)
olvida en la medida en que retiene al repetirla su propia unidad vacía y su
unicidad proyectada o. . . arrojada.
Presente,
por consiguiente, no instantáneo, sino diferencial en sí mismo.
De este modo la melodía se convierte en la matriz de un pensamiento de la
unidad de y en la diversidad, así como de una diversidad o divergencia de y en
la unidad.
La
«retirada» original de cada rasgo, unidad y diversidad, que no se ofrece como tal y se hunde al contrario en «lo
Tácito» o «la diferencia silenciosa que fructifica en
todo lo percibido»
cochlea |
IIIII/IIIIII
una puesta en juego, esto es, la remisión de una presencia a otra cosa que sí misma o a una ausencia de cosa, la remisión de un
aquí a un otra parte, de un dado a
un don, y siempre, en algún aspecto,
de algo a nada, se llama sentido o un sentido.
De
tal modo, entonces, el escuchador se tensa, para terminar, a causa de un
sentido (y no está tendido hacia, intencionalmente), o
bien es ofrecido, expuesto a un sentido
El
oído se aguza y se tensa por o según un sentido, y acaso haya que decir que su
tensión es ya sentido o hecho del sentido
esta
disposición profunda —dispuesta de acuerdo con la profundidad de una caja de
resonancia que no es otra que el cuerpo de un extremo a otro— es una relación
con el sentido, una tensión hacia él: pero hacia él con
completa anterioridad a la significación, sentido en estado naciente, en estado
de remisión para el que no está dado el fin de
ésta última , como un eco que se reactiva de por
sí y que no es nada más que esa
reactivación en un trance de decrescendo
e incluso de moriendo.
Estar
a la escucha es estar dispuesto al inicio del sentido y, por ende, a una
entalladura, un corte en la indiferencia in-sensata, al mismo tiempo que a una
reserva anterior y posterior a toda puntuación
significante.
una
vez más, el grito naciente, el nacimiento del grito, llamado o queja, canto, distorsión de sí, y hasta el último murmullo.
Resuena
así, más acá de un decir, un «querer decir» al que no hay que dar en principio
el valor de una voluntad, sino el valor de un alzamiento articulatorio o
proferidor aún sin intención y sin visión de significación, imposibles
éstas sin aquel alzamiento, que se asemejaría a esos arrebatos verbales cuando
en verdad no hay nada que enunciar —al hacer el amor, al sufrir—, o sería «una
enunciación sin enunciado».
así,
acaso haya que comprender que el niño mismo, que nace con su primer grito, es
la expansión súbita de una cámara de eco, una
nave donde resuenan a la vez lo que lo arranca ya lo que lo llama, poniendo en
vibración una columna de aire, de carne, que suena en
sus embocaduras.
una
«materialidad sonora, vibración que anima tanto el aparato auditivo como el
aparato fonador, y más aún: que aprehende todos los lugares
somáticos donde resuena la voz fenoménica (la pulsación rítmica, la crispación
o la distensión muscular, la
amplificación respiratoria, el estremecimiento epidérmico).
—y
a partir de ahí, considerar al «sujeto» como aquello que, en el cuerpo, está o
vibra a la escucha —o ante el eco— del ultrasentido.
Si
la escucha se distingue del oír, a la vez, como su apertura (su
ataque) y su extremo intensificado, es decir reabierto más allá de la
comprensión (del sentido) y del acorde o
la armonía (del acuerdo o de la resolución en el sentido musical), esto
significa, por fuerza, que la escucha está a la escucha de otra cosa que el
sentido en su sentido significante.
Hacer
resonar el sentido más allá de la significación o más allá de sí mismo.
es
la música en él, o la archimúsica de la resonancia en que él se escucha, y al escucharse se
encuentra, y al encontrarse se aparta
un poco más de sí para resonar más lejos, escuchándose más hondamente de lo que
se oye y convirtiéndose así de verdad en su «sujeto».
Naum Gabo |
IIIIII/IIIIII
La
formación de un sujeto como, ante todo, el repliegue/despliegue rítmico de una
envoltura entre «adentro» y «afuera», o bien que pliega el «adentro» en el
«afuera», que invagina que forma un hueco, una caja o un tubo de eco, de
resonancia (mucho antes de cualquier posibilidad de una
figura visible y presentable como reflejo: mucho antes de cualquier
identificación «especular»)
El
ritmo no sólo como escansión (formalización de lo continuo), sino también como
pulsión (relanzamiento de la persecución)
Ahora
bien, ¿qué es una figura tan pulsada como escandida,
«iniciada por el tiempo», sino una figura que ya se perdió y todavía se
espera, y que se
llama (grita en dirección a sí, se da o recibe un nombre)? ¿Y qué otra cosa
es un sujeto? ¿No es el sujeto mismo el inicio del tiempo, en los dos valores del
genitivo: éste lo abre y es abierto por él? ¿el sujeto no es el ataque del tiempo?
En
el tiempo de ese ataque, antes del sonido propiamente dicho, está la frotación
de la pulsación, entre afuera y adentro, en el pliegue/despliegue de una danza
esbozada: está el levantamiento de un cuerpo, el espaciamiento y la
configuración móvil de un sujeto, lo
cual equivale a decir, sin diferencia alguna, la posibilidad y la necesidad de
la resonancia. El ritmo danzante abre el timbre que repercute en la distancia
ritmada.
El
timbre, la materia sonora es precisamente la que, a la vez que persiste
en su condición de materia, se espacia en sí misma y resuena en (o por) su
propio espaciamiento.
oído interno |
La
comunicación no es la transmisión, sino la partición
que constituye sujeto: la partición sujeto de todos los «sujetos»
En
un cuerpo que se abre y se cierra a la vez, que se dispone y se expone con
otros, resuena el ruido de su partición (con respecto a
sí, con respecto a los otros): tal vez el grito en el que nace el niño, tal vez
incluso una resonancia más antigua en el vientre y del vientre de una madre.
Golpe,
danza y resonancia, puesta en marcha y en eco:
aquello por lo cual un «sujeto» llega, y se
ausenta a sí mismo, a su propio advenimiento.
Golpe
del afuera, clamor del adentro, ese cuerpo sonoro, sonorizado, se pone a la
escucha simultanea de un «sí mismo» y un «mundo» que están en resonancia de uno
a otro.
A la escucha
Jean-Luc Nancy
anatomía de Gray |
— los caminos posibles para adentrarse en un arte de
la memoria, arte de tradición oral, donde el trabajo se realiza “alla mente” y
los frutos nacen de navegaciones de ida y vuelta entre la memoria del
intérprete y la visión premonitoria del compositor que se adentra en los
vericuetos de los sones oscuros surgidos de la garganta del cantaor.
—El espacio-formal o, incluso, recorrido poético,
sería el del trayecto desde el “hálito” o lo informe –lo no creado todavía– con
resonancias marinas: rumor del aire o del “respirar” de las olas (como dijera
Alberti, Mar: cielo inmenso caído de los cielos), hacia una
tremenda voz o canto de gemido, grito o Quejío, que más
tarde se convertirá en rápido ritmo pétreo (un rêve de pierre) y de ahí
de nuevo en resonancia de lo que fue una vibrante voz, en impulso, en soplo, en
silencio, en lo abierto (ins freie…), en lo abierto a lo posible.
—Es la claridad de la arquitectura, creemos,
la que permite a la luz liberarse de la atadura del cuerpo y revelarse como
vibración del aire, como música, en definitiva. “la pintura no es el arte de
imitar un objeto, sino el arte de dar al instinto una conciencia plástica”.
—El tiempo que pasamos ante una verdadera obra de arte, está siempre impregnado por el inevitable aroma de la duda, de la interrogación ante lo incognoscible. Escribe Edmond Jabès: “El origen es, quizá, una pregunta en su más profunda y vibrante dimensión, nos conduce continuamente al fondo; es un espacio abierto en forma de interrogación, cuyos atrios de luz nos invitan a ir en pos de lo desconocido, pero – como escribiese Jabès sobre la música del compositor veneciano Luigi Nono – “no para aprender lo que se ignora sino, por el contrario, para desaprender, para no ser más que la escucha del infinito donde zozobramos, la escucha del naufragio”.
—El tiempo que pasamos ante una verdadera obra de arte, está siempre impregnado por el inevitable aroma de la duda, de la interrogación ante lo incognoscible. Escribe Edmond Jabès: “El origen es, quizá, una pregunta en su más profunda y vibrante dimensión, nos conduce continuamente al fondo; es un espacio abierto en forma de interrogación, cuyos atrios de luz nos invitan a ir en pos de lo desconocido, pero – como escribiese Jabès sobre la música del compositor veneciano Luigi Nono – “no para aprender lo que se ignora sino, por el contrario, para desaprender, para no ser más que la escucha del infinito donde zozobramos, la escucha del naufragio”.
—en estos sonoros ‘muros de luz’, hay una
voluntad de transformar el horizonte temporal de la Escucha en un horizonte
espacial. Hay procesos de transformación del sonido que te arrastran como una
espiral hacia el interior. Por esto también hay un material que en momentos
tiene una cierta pulsión, un ritmo rápido que te arrastra a otros espacios. Quiero
romper, como tu dices, la ‘cárcel del tiempo’ con las herramientas que le son
más características: las ‘rejas’ del propio pulso. No intento suspender el
tiempo, renunciando completamente a aspectos rítmicos, sino lo fuerzo a moverse
en otras direcciones; lo convierto en camino, en guía de la escucha hacia el
interior del sonido, hacia esa vibración de luz en donde habita una emoción
intensa.
—Lo que me interesa es la línea del horizonte que vibra entre los campos de color.
—Uno de los temas que me interesan es la frontera, el borde, la calidad de la línea, por ejemplo, en la voz de un ‘cantaor’ flamenco
—Lo que me interesa es la línea del horizonte que vibra entre los campos de color.
—Uno de los temas que me interesan es la frontera, el borde, la calidad de la línea, por ejemplo, en la voz de un ‘cantaor’ flamenco
—Yo intento siempre mantener una relación
directa con el sonido, a través del oído y la memoria, dentro del proceso de
composición. Tengo una relación casi física con el interior del sonido. me
encantaba arañar el sonido del alma con los dedos
—se produce una trasformación a través de un
medio. Por eso me interesan artistas que tengan la fuerza de una naturaleza intacta.
Paul Klee. ángel-cascabel |
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