intervención de Daniel Franco
en Galería Arancha Osoro
en Galería Arancha Osoro
acercamiento y alejamiento desde
una exposición de Masao Yamamoto
I/III
1) Hay una
mujer. Eso debería bastar, sin embargo parece que no.
Mejor reformularlo: ¿hay una mujer representada o hay una mujer en la sala? No, “representar” no es el término adecuado,
de manera que representada no. Así
pues ¿qué prueba podría mostrarse, con el tiempo, para confirmar que ella
estaba allí o para recordarlo ella misma — en ese lugar exacto de la sala, con
ese gesto (para que ese gesto pueda llegar a ser realidad, separado del
continuo? ¿Qué acuerdo en torno a la equivalencia con la realidad?
2) Hay una
flor. Eso debería bastar. Mejor:
recoge la imagen de una flor. Acepto que
es bella: «La belleza es la realidad»: Lo
desmantelamos como Jacques Darras, comprobando la reversibilidad: el reverso de
la enmarcación, aunque podría considerarse bello, no es la belleza que le
suponíamos a la flor. (Quizá volver a
colgarlo ligeramente inclinado habría sido más justo.
3) Unos
niños. ¿Son niños?
Una mancha negra. (
4) Voy a
tratar de hacerlo sin perder de vista la idea original, aunque la única
condición quedamos que era esa: perder de vista algo, al menos a Dios, al menos
por el instante en que el obturador realiza la que es su función, de manera que
la significación fracase o muestre su fracaso) pero las cifras no, las cifras
no.
II/III
§ La realidad es, a lo largo de sus instantes, solamente roturas repetidas
§ Cada ritmo es rotura destinada a la legibilidad
§ La imagen es siempre roturas de la realidad imitada inimitable
§ Romperás la imagen no en cólera sino con amor pues es en las roturas donde se abre la realidad absoluta
§ Ninguna necesidad de romper la realidad: está ya rota. Fotografiar no sería sino comprobar sus roturas. Tornarlas para uno mismo explícitas, interpretándolas.
paráfrasis de un texto de E.J.
André du Bouchet. L'inhabité. |
III/III
La fotografía reproduce al infinito lo que
para nadie nunca ha ocurrido: el instante
inclasificable
ordenado según un orden absolutamente ajeno a
nuestra visión pero ideal verosímil constante mensurable solo uno, enmarcado en
olvidos.
En la fotografía juega un engaño de los
límites: eso nos calma.
Proclama una absoluta realidad y una imagen
absoluta:
Todo imagen. Descubrir las fallas,
desarticular su discurso absoluto es el trabajo del artista.
Relojes precisos para ser contemplados
Y si al final resulta que no me gusta, que no
me gusta tanto, o que no tengo capacidad para dejarme alcanzar? Al final acaba por decepcionarme,
por decepcionarme de mí mismo. ¿qué he de hacer con esto? ¿qué se ha de hacer
con esto? Acaba por desagradarme, por serme ingrata, o hacerme ingrato.
Adquirir recuerdos no míos fantasmagóricos y
tenues. Es que soy yo tan incapaz para el recuerdo?
En qué momento me alcanza y cómo? Cuál es el
tiempo de recepción, su modo de actuar en el espectador?
Puedo pedir que se disponga cada uno de
ustedes en una dirección determinada de modo que su mirada, su marco, eso que
no llega a constituir un marco, ni se le parece, más bien es lo contrario a un
marco, lo que hace que sea necesario un marco, y lo que necesita de la idea de
marco para llegar a ser lo que entendemos que es: una mirada junto con su
imagen, pero que todo la desmiente.
Habla de la pérdida inmediata, la separación
ineludible.
Y su marco para mitigar, para restarle sombra, para esterilizar, para suplantar el desgarro
Y su marco para mitigar, para restarle sombra, para esterilizar, para suplantar el desgarro
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